Rooster, cocina filipina y el mejor fried chicken

Rooster, la cocina filipina de Barcelona
El auge de las cocinas foráneas, del viajar comiendo, es un hecho ya más que asentado en Barcelona. El nuevo destino de este infinito viaje culinario es Filipinas, de la mano del restaurante Rooster. Una cocina la filipina donde confluyen varias gastronomías como la americana la española y las influencias del sudeste asiatico donde será el fried chicken quien ejerza de bandera y estandarte del más suculento street food filipino .
Restaurante Rooster es fried chicken y mucho más
Si tengo que apostar por una nueva moda gastronómica, tengo claro que será la del fried chicken o pollo frito. Sí, sí, KFC. Lo del cubo lleno de pollo frito.
Y es que este plato histórico (desde la antigua Roma hasta el street food actual asiático), una elaboración idiosincrásica de la culinaria americana -concretamente de la cocina sureña de los Estados Unidos (con debate incluido) y país que terminó esparciéndolo por en el continente asiático, se ha asentado en la actualidad como uno de los plato más adaptados a las distintas gastronomías, especialmente en el street food, mundiales.
En la gastronomía filipina, amalgamada con raíces españolas, mexicanas, del sudeste asiático y americana; supone uno de las preparaciones más representativas de este tipo de comida.
El Filipino fried chicken es el emblema y principal razón de visita del restaurante Rooster de Barcelona. Aunque no la única: chicharrones de cerdo, chicken wings, arroz especiado, adobo filipono, sisig, sandwich o quesadillas son algunas de las contundentes armas de seducción con las que cuenta Rooster Barcelona. Un imán para los carnívoros, aunque no se olvidan de los más green con estupendas ensaladas, coleslaw, patatas especiadas, mac n’ cheese…
El local, situado en la zona de Diagonal-Francesc Macià, presenta una decoración amena e informal pero con elementos decorativos que refuerzan su discurso y le dotan de personalidad (como el mural de su pared), lo que cabría esperar en un lugar que busca proponer este tipo de comida en una zona con un cliente que valora mucho la estética. Personal atento y amable, perfectamente conocedor de la oferta y el discurso que tiene el negocio. Informativo pero sin aburrir.
Qué tal se come en Rooster
Después de la visita al restaurante Rooster tengo que avisar: hay que ir con calma. Las raciones son generosas, por lo que uno debe desconectar el chip de la costumbre por los platillos y las raciones para compartir. Pedimos mucho y sobró, por lo que nuestro tíquet final se aleja bastante de la media, aunque el mismo ya de por sí fue amable.
La carta se compone de todo un armamento de elaboraciones golosas y preparadas para incitar el gusto: fried chicken, hamburguesas, mac n cheese, nachos, chicharrones, alitas de pollo, guacamole, steaks, wraps, patatas fritas, ensaladas, sandwiches… Las alternativas abruman pero el acierto es irremadiable. Lo mejor: fried chicken y dejarse recomendar.
Nosotros comenzamos de forma “suave” con sus bravas (5€ ó 7€). Unas bravas que son la carta de presentación y declaración de intención del restaurante Rooster: dados de pollo marinado, fritos, y acompañados de salsa brava y alioli. Gluten free. Un guiño travieso para marcar terreno avícola (sí que tienen patatas como guarnición a pedir a parte), aunque se trata de un entrante que sacia mucho al comensal antes de comenzar el grueso del partido, deberán tenerlo en cuenta.
Para acompañar el ligero entrante, nada mejor que sus chicharrones Filipinos (6€) Los esperaba más crunchies y acortezados pero llegan en forma de dados de suculenta y melosa carne de cerdo cocida al horno y frita posteriormente. Todo ello acompañado de salsa finadene, una salsa avinagrada con soja, limón, cebolleta y chiles. Delicia contundente.
Debimos parar aquí antes de saltar al ring con el fried chicken, pero nos recomendaron encarecidamente probar el pork sisig (6€). El hermano guapo de los chicharrones anteriores, consiste en un plato típico de la culinaria filipina a base de carne e y casquería de cerdo cocinada al vapor y salteada, desmenuzada, acompañada de salsa agria, especias y huevo.
Aunque algo llenos, fue todo un acierto pedir este plato que recomiendo pedir como entrante sin ninguna duda.
Y al final, su flamante pollo frito, el original fried chicken y su versión picante (3€ la unidad). Piezas de pollo tamaño XXL, un crujiente sabroso y especiado que intimida, y una carne magnífica e hiper tierna. El hit y buque insignia de Rooster y por el que merece la pena ir y repetir. Cuidado que pica.
Todo ello lo acompañamos, aguas aparte, con su propia cerveza Pale Ale. No entiendo mucho de cervezas, sólo sé beberlas o dejármelas a medias, pero me sorprendió tanto que tuve que sacarle una bonita foto y contároslo en este post. Baila fenomenal con la comida que pedimos.
Precio y valoración
Con el tíquet perdido, calcular la cuenta es fácil: 25 euros los dos, bebidas a parte. Y demasiada comida. Toda una sonrisa para los que miren bien la cartera y quieran llenar la gula. No se puede más por menos.
El restaurante Rooster fue una sorpresa muy agradable y el descubrimiento del lugar donde por ahora más me ha encandilado su pollo frito. El fried chicken es una moda silenciosa que ha venido para quedarse, intuyo; quizá no tan punzante y clara como otras (¿ramen?) pero sí que veo cada vez más lugares donde ofrecen su propia pieza de pollo frito.
Pero no sólo de pollo frito vive Rooster, sus entrantes (en especial, el sisig) son elaboraciones más que seductoras para merecer la visita. Quedan muchas propuestas de su carta por conocer (me quedaron ganas de probar algún side dish o el sandwich cubano) y con las que acompañar el mejor fried chicken de Barcelona que he probado por ahora pero por la impresión de esta primera visita, huelen realmente bien.
Si buscáis en Barcelona un restaurante económico, informal y distendido, con un punto exótico y lleno de comida hecha exclusivamente para el jolgorio; Rooster debe estar en vuestra lista.