Hawker 45. Un viaje por el Sudeste Asiático

Restaurante Hawker 45. Comerte Suramérica y el Sudeste Asiático desde Barcelona
La tendencia por lo asiático se asienta cada vez más en la ciudad de Barcelona, un hecho que se confirma en esta ocasión con la propuesta del nuevo restaurante Hawker 45. De la mano de Laila Bazahm y su equipo, su oferta gastronómica se nutre de distintas elaboraciones de corte street food inspiradas en el Sudeste Asiático y Suramérica. Una forma deliciosa de viajar gastronómicamente sin moverse de Barcelona. Lo exótico en casa.
Hawker 45 y su carta
Después de muchos años de aperturas de restaurantes basados en una oferta gastronómica extranjera (japonesa, china, tailandesa, coreana…) se está abriendo ahora un movimiento muy certero de proponer distintos tipos de ofertas gastronómicas bajo un mismo local. Una apuesta por el exotismo y la variedad, escapando de la inflexibilidad, del tener que escoger entre “chino” o “japo” o “thai”.
Hawker hace referencia a los mercados al aire libre típicos de zonas como Singapur y Malasia. Un concepto que Laila, filipino-americana, ha trasladado en su nuevo local situado en el 45 de la calle Casp (a tocar Arc de Triomf), buscando una fusión de culinarias presentadas en una larga y sugerente carta. Llena de curiosidades que descubrir. Un local vestido muy callejero, en la línea de lo gastronómico, presidido por una barra que invita a sentarse y disfrutar del knowhow de Laila y su equipo. Y un servicio que te hará vibrar con su alegría y amabilidad.
En su carta encontraremos satay, curry, okonomiyaki, anticuchos y un largo etcétara de variedades lejanas que satisfaran a los curiosos de lo gastro mediante la triple fórmula estándar del negocio de restauración: carta, menú mediodía y menú degustación. Así es la carta de Hawker 45:
Nosotros, y ante la duda de la decisión, nos entregamos en confianza y voluntad a su degustación; una fórmula que siempre me convence cuando la duda me rodea.
Un menú degustación que en Hawker 45 transcurre a través de…
su refrescante y tropical Kinilaw, atún, pulpa de coco, lima y crema de aguacate. Una muy buena materia prima aderezada con elementos vistosos y acogedores, desde el frescor y la estimulación de la lima a la golosidad y calidez del coco y el aguacate. Un plato cremosos y goloso, colorido y bien equilibrado con ácidos. Y todavía más equilibrio con los crujientes y currisalseados papadum. Knock-knock, salivación.
siguiendo con unas alitas de pollo, salsa gochujang, wakame y salasa de sésamo. Como cada vez más experto doméstico en alitas crunchy y bien picantes, éstas las escontramos muy correctas en la cocción para lograr el crujiente externo, aunque quizá con un marinado previo más consistente habrían mantenido mejor su ternura interior.
La salsa gochujang, a base de chile en polvo fermentado, es ideal para este tipo de elaboraciones street food crujientes. El alga y el punto tostado del sésamo son un bálsamo contrapunte para el aporte picante del platillo. Como bonus track, Laila nos dejó probar una divertida brocheta de okonomiyaki con salmón lacado. Un lujazo de “plato combinado”.
concluyendo con la parte de tapas y picoteo con su bomba de Pho. Un encuentro entre una de las tapas por antonomasia de recetario tradicional local con uno de los platos insígnia de la culinaria vietnamita. Jugosas pero crujientes, acompañadas de un caldo aromático llenísimo de matices. Plural en sabores. El punto crocante lo aportan unas divertidas mini coles de bruselas fritas. Buen snack.
A continuación, y de la mano, nos llega uno de los hits de la velada y del que ya me enamoré cuando les conocí en un evento: el Laksa, un arroz meloso de calamar, crema de coco, almejas, langostino y hojas de laksa. Cálido, delicado, cremoso, exótico y goloso con un marcado acento marino. Pienso volver sólo que por él.
Para ir terminando con el adobo de pulpo, puré de boniato, emulsión de soja-vinagre y texturas de arroz. Una elaboración que me recordó al tradicional pollo rustido catalán en lo que a punto de cocción del bicho y de la nota umami de la salsa que lo ha guisado. El boniato atenúa sabores, lo contextualiza, aporta melosidad al conjunto y le da más calidez y distinción.
Y cerrando el desfile con su curry rendang de meloso de ternera, citronella, gengibre, leche de coco, canela, cúrcuma, anís estrellado y nasi lemak. Amalgama que no se excede en una deliciosa elaboración de carne que celebra el concepto de melosidad y sabor en un plato de corte absolutamente street. Quizá el ejemplo más claro de la filosofía que hay detrás de Hawker 45.
Las notas dulces vinieron con el helado callejero, caramelo asado, brioche y chicharrones de una mano, y con el pastel de plátano con canela y miso estilo Nyonya de la otra. El primero, una suerte de “torrijas” asiáticas, en lo que entiendo una presentación y concepto que cualquiera puede entender, y con la misma filosofía: golosidad, dulzura y juego de temperaturas. El segundo, un bescuit sutil y delicado (quizá demasiado) que vuelve a usar elementos ajenos en una elaboración muy conocida que no termina de conquistarnos como el primero.
Así, el menú degustación del restaurante Hawker 45 consigue dos cosas: la primera, contentar el paladar del curioso, con un bombardeo delicioso de elaboraciones de múltiples países y elaboradas de diez. La segunda, y más personal, transmite las ganas (y casi necesidad impersiosa) de viajar nada más salir del restaurante. Algo que, creo, significa que Laila ha logrado su cometido al cocinar cada uno de los platos que sirve.
Una propuesta street pero afinada, hetereogénea, plural, inmersiva. Para viajar lejos sin moverse mucho.