Restaurante Cruix, tapas de autor y el mejor arroz de Barcelona
Nunca es tarde si la gula es buena. La lista de sitios a descubrir en Barcelona es inagotable. Entre novedades y locales que hace tiempo merecen una visita, el ejercicio es infinito. Aunque años después de su apertura, hoy descubro el magnífico restaurante Cruix, de Miquel Pardo. Sus tapas de autor y sus arroces valencianos, su bistronomía con alguna pincelada exótica y su bistronomía también de territorio.
La cocina de hoy.

El currículum de Miquel, si uno lo chafardea, ya augura sonrisas y buen sabor de boca. Abac, Gresca, Camarena, Heart… carga munición de la buena. Y dispara balas de buen hacer.
¿Qué es Cruix? O “cruixit”. Aquello que “cruje”, se dice. ¿Será su arroz con territorio y ligero socarrat? ¿Sus muchas notas crocantes en su carrusel de elaboraciones? Hasta un nombre catchy para el negocio. Y todo a la vez. Cruix es el primer proyecto de este joven cocinero, que abrió en Barcelona hace 2 años este bistronómico donde ofrece uno de los mejores menús degustación de la ciudad en relación-calidad precio a base de tapas de autor y unos arroces, de lágrima.
Cruix cuenta con opción a carta y 3 menús degustación: un mediodía de 21€, un degustación corto de 28€ y un degustación largo de 34€. No se puede más por menos. Un regalo.
E, inevitablemente, sucedió su Gran Menú Cruix. Un desfile longo, con algún detalle por su parte, y que comenzó con:
Triplete de snacks. Su nigiri de fuet es una maravilla en formato fingerfood. Plato de andar por casa vestido de joyería (como mucho de su recital). Recuerda y ensalza al mejor de los pan con tomate con fuet que uno pueda rememorar. Y es que siento predilección por este tipo de bocados.
Le siguió un magnífico boquerón en pan sardo con holandesa. Uno de los 2 bocados de boquerón signature del lugar y que se alterna junto a su “hermano”, el cual pudimos también probar: un boquerón en pan sardo napado con romesco. Es difícil elegir cuando ambas combinaciones aciertan con tanta claridad. Lástima que este pan se repita en alguna otra elaboración,
Estos 3 snacks son un ejemplo de aquello del placer por las pequeñas y “simples” cosas. Una forma, personal, también de definir el concepto de Miquel.
La siguiente tanda de entrantes se basó en dos frituras celestiales y un precioso y aromático plato de dippeo.
Las croquetas de pato Pekín son de diez. El crujiente externo y cremosísimo interior son un matrimonio irrompible. El toque de frescor que suele dar el pepino en el plato tradicional chino, aquí lo da una hojita de menta sobre un punto de salsa hoisin. Excelentísima.
El hummus de guisantes con cremoso de asadurilla (servida aparte) ayuda a descansar de platos con tanta personalidad, pero sin renunciar al protagonismo. Tanto por lo aromático del hummus como por al tremendo bombón de asadurilla terminan en una deliciosa tosta (otra vez de pan sardo pero) de rico homenaje terrenal.
El churro de bacalao con alioli es una maravillosa simpleza tapera que hasta da cierta vergüenza (nada, que no la da) decir que es uno de los platos por los que iría repetidas veces a Cruix. Alerta por hit.
Ahora llegaban unos cogollos a la llama con cesar de aceitunas. Otro plato democrático pero con la mirada personal y de enorme resultado. Una manera más “local” de hacer este plato verde tan global. Ojalá fuesen así todas las ensaladas.
Pequeño interludio para probar un bocado que me fascinó. Una mazorquita tuneada para ser un goloso “hot corn“. Lo tiene todo para recordar los sabores de este fast food, pero desde la base más vegetal. Un juegazo.
Para continuar con el tartar africano de corvina. Otro elemento viajado más en el menú sin perderse demasiado. Lleva de todo. Corvina, pimiento verde, guisante, nabo daikon encurtido, cebolla morada, chili africano, leche de tigre, pimienta ahumada de Etiopía y chips de plátano macho. Sigo siendo feligrés de los peruanos tradicionales, pero lo disfruté como pocos.
El último arreón se fraguó con un sorprendente y delicioso brócoli tadoori, donde la verdura cocinada a la perfección se reviste de unos sabores especiados que te alargan todavía más el hambre y las ganas de viajar comiendo. Es uno de esos platos que, pensado quizá para descansar en el menú, derrocha personalidad y mantiene lo festivo.
El otro gran hit de pequeño formato es, sin duda, su taco dorado de raya con huevas y mole de ajo negro. Es uno de esos platos que seguramente deben estar sí o sí en el menú y que el cliente espera con ansia su llegada a la mesa. Meloso, sabroso y precioso. Bocados diferentes que siempre encandilan y son motivo de fidelización.
Y el gran final. El territorio puesto en escena. El arroz de Cruix es el otro gran motivo de visita al lugar. Sus arroces secos dan alivio al comensal que busca disfrutar del cereal en la ciudad condal (pocos lo bordan). Cuenta con varios arroces y nosotros nos decantamos por su arroz seco (de tremendísima cocción) de panceta Maldonado, lágrima de cerdo ibérico y berenjena. Me gusta el manto de panceta, no solo por lo fan del producto en sí, sino porque dota de mayor festividad al plato, junto a la lágrima. Aporta bocados de mayor intensidad al comensal y le da un plus más de grasa para alargar el sabor del arroz seco. Des-homogeniza el bocado. Y me parece correcto en un negocio que pretende divertir.
El cierre de menú consta de un pre-postre de los que, a mi, cada vez me convence más. El kiwi con maíz y helado tatemado me parece un soberbio juego de sabores. Picante, dulce, ácido, fresco… ¡genial!
Y terminando con el momento más dulce de la velada con su Día triste en la playa. Una suerte de, u homenaje a, “Se nos ha caído la tarta de limón” de Massimo Bottura. Postre que evoca un fatídico accidente bastante recurrente de una caída de helado en cucurucho en la arena de la playa. En este caso, un cucurucho de nata caído sobre cremoso de chocolate y caramelo. Goloso fin.
CRUIX. Y REPETIR.
En la vida hay pocas cosas seguras, pero lo de ir a Cruix y salir queriendo volver es algo que puedo asegurar en estas líneas. Un restaurante que ha encontrado su fórmula, sus sabores y sus platos. Tal es así, que uno puede ver como muchos de ellos se mantienen con el tiempo (freno para algunos, aliciente para otros en materia de visitar nuevamente un local) y eso sólo se consigue, en un local de este nivel gastronómico, cuando están realmente bien hechos. El mismo comensal deseoso de novedades es también el comensal que desea repetir bocados. Y Cruix consigue ese binomio.
Su tiquet medio es tu nuevo mejor amigo. Es difícil encontrar un menú degustación de este nivel y a estos precios. Aquello de no se puede más por menos. Alta gastronomía para bolsillos pequeños.
Forma parte de esa escueta lista de lugares de cabecera, gastronomía para el hambre crónica. Lugares que les deseo a mis mejores personas. Y los del hambre inquieta.
PD: y a los arroceros.
CRUIX
Carrer d’Entença, 57, 08015 Barcelona
Horario: de miércoles a sábado de 13 a 16 / 20 a 23 (domingos de 13 a 16)
Menú degustación: 30-35€
Ticket medio carta: 20-25€
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