PINTEREST

La Tastaolletes

28 Jun, 2017

LA TASTAOLLETES
Passeig de Josep Mundet, 71
17252 Sant Antoni de Calonge (Girona)
(ver mapa)
de L a D de mediodías y noches
menús 29€ (mediodía) – degustación 37,5€ o 42,5€
622 95 93 06

www.latastaolletes.cat

Restaurante La Tastaolletes. Oro parece, plata es.

No me suele ocurrir que la expectativa queda apalizada con los dos primeros bocados. Pero en el mundo de la restauración ésto, al final, es una virginidad fácil de perder. Experiencia no muy positiva, en otra de mis tan frecuentes aventuras gastronómicas por la Costa Brava, la del restaurante La Tastaolletes.
Queriendo huir de la oferta gastronómica de Platja d’Aro, la cual no he logrado apreciar todavía (y es que la relación calidad-precio de muchos de sus restaurantes está más que desfasada) ampliamos la exploración por las localidades más próximas (Sant Feliu de Guíxols, S’Agaró, Sant Antoni de Calonge, Palamós…). Después de visitar Godard en el pueblo vecino; quisimos hacer lo mismo con el otro pueblo más cercano y nos decidimos por La Tastaolletes.
Un restaurante situado en pleno paseo marítimo de Sant Antoni de Calonge que destaca por diferenciarse tanto en estética como por propuesta gastronómica del resto de negocios de la zona. La decoración del interior; amaderada y moderna, cálida y con notas de cuero que invitan a pararse y chafardear de qué se trata.

 

La posición del restaurante en Tripadvisor (entre el #1 y el #2), junto con la mayoría de sus críticas positivas y de las fotografías de los platos que hay colgadas en internet hacían muy interesante el probar su oferta gastronómica.

La carta, disfrazada de menú degustación.

Una oferta gastronómica curiosa: a parte de carta y de un menú mediodía (29€), su propuesta se centra en dos menús degustación. El Menú Selecció (75€ – 2 personas) está basado en una serie de platos “hits” del restaurante (6 años abiertos) y el Menú de la Xef(85€ – 2 personas), donde ésta realiza nuevas propuestas más arriesgadas y personales. Como nos trajo la curiosidad por conocer quiénes eran, nos decantamos por el Menú Selecció.
Un menú que sucedió a través de…
un sashimi de salmón con “huevas de pez volador al wasabi” y emulsión de ajo negro (no logré fotografiarlo bien) demasiado atemperado (caliente), delatando la calidad del pescado. Exceso de grasa en un plato llamado a ser aperitivo-entrante. Corta ración.
Continuamos con un ceviche de gambas de Palamós. Un plato que sobre el papel excitaba mucho pero que en la realidad consitió en un “yogur” de crema de coco mixado con gamba “de Palamós”. Decepción por el (mal)uso de un producto excelente (si es que lo era) escondido en una crema láctea, y decepción por el uso de la palabra ceviche (que actualmente vende mucho) en la descripción del plato cuando la realidad es absolutamente distinta.
Seguimos con unos pastosos, por pasados y por falta de jugo que uniera elementos (que son pesados), garbanzos con tripa de bacalao y huevo de codorniz. De sabor interesante y agradecido (tenían un punto aromático floral muy chulo), el plato carecía de melosidad alguna (caldo de cocción de los garbanzos y la tripa de bacalao, una glace, la yema del huevo de codorniz; pues éste era un huevo duro…) y se hacía pesado de comer.
No mejoramos con los baos de cerdo ibérico, albaricoque y parmesano. Presentaban una combinación de sabores interesante y divertida (de hecho, tengo hecho algún plato con papada, fruta y lácteos… y es que queda muy bien) pero que se perdía por el exceso de protagonismo del pan (que atenúa sabores), con una textura demasiado líquida (falta de cocción?) y por la poca temperatura que tenía el plato cuando llegó a la mesa.
Un pollo masala con arroz basmati. Plato sencillo y simplón que tampoco convenció: un pollo seco (pechuga poco mimada en la cocción) al que la salsa, buena, no terminaba de rescatar; y un arroz basmati aburrido que pedía ser aromatizado o mejor integrado con el resto de elementos.
Mejoraron unas jugosas y de muy buena cocción carrilleras de ternera guisadas que pedían alguna guarnición que las vistieran para la ocasión. Muy bueno pero tristón.
Para terminar con un facilón (por lo fácil de hacerse gustar) canelón de confit de pato con foie y crema de trompetas de la muerte. Buenos los canelones, golosos, aunque cuya salsa pedía una mayor infusión de sus elementos (la trompeta se aprecía visualmente pero no en el gusto de la misma). De lo más destacable de los platos.
Entrando en la propuesta de postres con…
un interesante “bosque” formado por una tierra de chocolate, bizcocho aéreo de albahaca con reducción de pesto dulce, dados de pera confitada y mochi de Nutella. Un postre que, pese al exceso de masa del mochi, gustó y alivió el desencanto de lo recorrido hasta el momento.

y una versión del postre de Massimo Bottura, “Ups, se me cayó la tarta de limón!”, con un cheesecake (lo llaman “Se nos ha caído el cheesecake“…) con cucurucho, petazetas de fresas, arándanos, galleta y salsa de rosas. Buen postre, estético y lleno de texturas, cromatismo… se nota que es un plato que tienen muy bien trabajado.

Un tíquet final, con aguas y una copa de vino, de 40 euros por persona.

 

Mi opinión sobre La Tastaolletes. O por qué no me gustó.

1. Poca coherencia del menú. Pues compagina platos con mucho protagonismo en la vida de la chef (te cuentan la historia de que las carrilleras y los garbanzos son platos que preparaban sus abuelos…) con platos que se contagian en toda carta de la restauración actual como el “ceviche”, el sashimi o los baos.No puedes entender cuál es la apuesta gastronómica del negocio: ¿recetas tradicionales? ¿elaboraciones internacionales? ¿técnicas tradicionales (guisos de garbanzos o carrilleras)? ¿cocina moderna (bizcochos aéreos)?

2. Expectativa vs. la realidad de su propuesta gastronómica. El no-ceviche de gamba, el plato de garbanzos, la temperatura del sashimi, la temperatura y cocción de los baos… se convierten en vilipendio a la expectativa. El discurso de cocina creativa y “de autor” que el restaurante expone queda en evidencia conforme van saliendo los platos.3. Relación calidad-precio. Cuando la experiencia percibida es de tan bajo nivel, el precio se convierte en un doloroso castigo. No es un tíquet elevado per se, sino por la expectativa que se vende.

4. Cantidades. Algo justas en algunos casos, por ejemplo en el sashimi, el “ceviche” o las carrilleras. Inteligentemente compensadas por platos con elevado aporte calórico como los garbanzos con tripa, canelón de pato y el pollo con arroz basmati. Justamente trampeado.

Pero con puntos positivos que sería injusto no comentar:

1. El servicio, concretamente por parte del jefe de sala (gerente), cálido, profesional y hasta didáctico. Te hace partícipe de la experiencia y sales sabiendo de buena manera sobre quiénes son y sobre su apuesta.2. El riesgo por apostar por una oferta gastronómica que intenta huir de la oferta tradicional de paseo marítimo.

3. La originalidad en el fondo (en la carta, incluso en sus fotografías de instagram) de muchos de sus platos, aunque luego no llegaran de forma óptima a la mesa. Hay creatividad, o lo quiren intentar, aportando un estilo.

4. Los postres, notablemente trabajados y creativos.

¿Lo recomendaría? No.

Un restaurante que, lamentablemente, no puedo recomendar a quienes lean esta crónica dada mi propia experiencia en el mismo. Una oferta gastronómica que pretende ir más allá de lo que luego, en el plato, termina siendo. Lo que conlleva un desfase en la relación calidad-precio desde la perspectiva del comensal que no convence, muy a mi pesar.