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Granja Elena

1 Feb, 2017

GRANJA ELENEA
Passeig de la Zona Franca, 228, 08038 Barcelona
933 32 02 41
lunes a viernes (7:00 a 16:00) y sábados (7:00 a 13:00)

Restaurante Granja Elena. Alta cocina de barrio.

En un momento donde el entretenimiento se ha trasladado a los locales de restauración (locales a oscuras, shows, circo…) y la tematización ha mutado hacia una experiencia más global (lo étnico total), refugiarse en un oasis cuyo prisma principal es lo gustativo, volver al núcleo de lo que es un restaurante, a quitarse la capa de la forma y quedarse desnudo con el fondo, a restaurase con la comida y no con confeti; resulta en un spa de categoría. Alta cocina de barrio, se llaman.
 
Granja Elena fue ese spa la pasada semana, primer lujo del año. Reciclado con los años, su metamorfosis ha rehuido el hedor lifestyle-moderno y su desarrollo ha venido girando alrededor de la propuesta gastronómica. Lo que debe. La visita al restaurante fue consecuencia de la seducción masivo-continua a la que a uno le someten las fotografías que comparte su chef Borja Sierra en sus redes sociales y por la grata experiencia que tuvo el compañero Ricard Sampere en su blog (una labor de avanzadilla que siempre se le agradece).

La visita no es fácil, se admite, pues esta casa situada en el paseo de la Zona Franca (a tocar casi Plaça Ildefons Cerdà – zona La Campana) abre de lunes a viernes para desayunos y comidas; y sábados´únicamente desayunos. Además, el éxito y la concurrencia se retroalimentan entre ellas y conviene reservar. Local pequeño y de mesas algo juntas, aunque no llega al nivel de algunos nuevos de Barcelona. Las mesas situadas a lo largo del pasillo de la sala, permiten algo más de tranquilidad. Superado el obstáculo, el resto es placentero. La sala denota tradición pero con las liftings necesarios para estar al día.

 

La oferta gastronómica se basa en una propuesta de carta, donde cabe decir que se hace difícil elegir. Es arrolladora la cantidad de platos que uno nominaría. El producto es de primera y la cocina lo lleva a un nivel aún mejor.

Nuestros protagonistas fueron, a modo de pequeño carrusel revival en lo gastronómico:

Anchoas. Este primer entrante que viene acompañado de un más que buen pan con tomate, pues un bicho así necesita de un lienzo igual. Abrió apetito y preparó el paladar. Sabor, textura y un buen aceite para conducir todo ello.

(A partir de este momento, los platos ya venían divididos y servidos en 2 platos, pues todo lo compartimos)

Foiegras entière, ratafía y compota. A petición del compañero de aventuras pedimos como segundo entrante el foie, acompañado de compota con ratafía y unos crujientes. Desde la perspectiva del que no tolera el foie, el crujiente de las tostadas y el dulzor de la compota armonizaban el bocado pero sin tapar el sabor de una buena pieza de foie.

Tartar de tomate con anguila asada y emulsión de soja. Quizá de lo mejor del menú, y es que el tomate presenta una textura y color prácticamente iguales a los de un tartar de carne y la pieza de anguila es todo un manjar. Una potente pero controlada nota de ahumado que ayuda a salibar y llena vía aromática. La emulsión de soja aporta el punto graso para conducir todos estos sabores y el punto umami de la soja para darle más personalidad al conjunto. Perfecto.

Carrillera de ternera al vermouth. El otro hit. Pura melosidad de un plato democratizado y en toda carta pero que aquí se cocina hasta llegar a lo óptimo. El glaseado, el sabor de la reducción, la melosidad de la carne, el punto del puré. Vale la pena.

Magret de pato asado con jugo de asado, higos y kalamatas. Justo compañero cárnico de la carrillera anterior, pues el punto del magret es el idóneo y la cocción unilateral resulta en una grasa superior perfecta. El glaseado es agridulce, hecho a base de asado, higos y kalamatas. Otra muestra más del dominio de las cocciones y de los fondos.

Torrija de brioche a la leche merengada y helado de vainilla. El final de diez si eres un hooligan de este postre. Brioche, mojado y quemado perfectos. Helado al mismo nivel. De las mejores hasta ahora (Ten’s?) y además en cantidad generosa.

Tubo crujiente de pistachos con mousse de mel i matóA pesar de la fijación torrijera, el nivel de éste fue igual de alto. Un tubo de masa crujiente y ligeramente amargo (por las semillas) que limpia el paladar, relleno de una crema de mató y miel y coronado por una bola de helado de pistacho. Inmenso.

El tíquet final fue de 133,75 euros para dos personas, con un Raventós i Blanc (de Nit) y un par de bebidas más. No se trata de una opción económica pero no por ello razonable. Los motivos para ir son potentes. Los ingredientes y la cocina son excelentes, alejados de magias y embellecedores vacuos, girando siempre alrededor del buen producto. El nivel de los postres, aspecto a comentar, se mantiene igual de elevado que del resto de elaboraciones. Algo que no ocurre con frecuencia. El lema del local es resumen perfecto de su ADN: alta cocina de barrio, evocando a una cocina de siempre, sin florituras, actualizada y de alto nivel. No defrauda a quienes tienen su prioridad en cuestiones de paladar.